Disco de acrecimiento
e compone principalmente de estrellas jóvenes de
población I. Es la parte de la galaxia que más gas contiene y es en él donde
aún se dan procesos de formación estelar. Lo más característico del disco son
los brazos espirales, que son ocho: dos brazos principales Escudo-Centauro y
Perseo, así como dos secundarios —Sagitario y Escuadra— (en vez de cuatro
brazos similares entre sí, como se pensaba antes).
Recientemente un grupo de astrónomos anunció el
descubrimiento de un nuevo brazo espiral en nuestra galaxia, concretamente un
enorme fragmento hasta ahora desconocido; se cree que el nuevo brazo espiral
es, en realidad, el tramo final y más distante del brazo de Escudo-Centauro,
una de las dos ramas principales. De confirmarse, los autores habrán
demostrado que la Vía Láctea posee una sorprendente simetría en sus formas, ya
que este nuevo brazo sería la contraparte simétrica del de Perseo. Hay que
tener en cuenta que nuestra posición en la Vía Láctea —a mitad de camino entre
su centro y su borde y prácticamente en el plano galáctico— dificulta en gran
medida el estudio de la estructura espiral de nuestra galaxia.
Nuestro Sistema Solar se encuentra en el brazo Orión o
Local, que forma parte del brazo espiral de Sagitario, de allí su nombre de
"Local". Estas formaciones son regiones densas donde se compacta el
gas y se da la formación de estrellas. Los brazos son, en realidad, ondas de
densidad que se desplazan independientemente de las estrellas contenidas en la
galaxia. El brillo de los brazos es mayor que el resto de las zonas, porque es
allí donde se encuentran las gigantes azules (estrellas de tipo O, B), que son
las únicas que pueden ionizar grandes extensiones de gas. Estas estrellas de
corta vida nacen y mueren en el brazo espiral, convirtiéndose así en excelentes
marcadores de su posición. Otros trazadores de los brazos espirales son las
regiones HII (nubes de hidrógeno ionizado), originadas precisamente por esos
gigantes azules. Estas nubes vuelven a emitir, en el rango de la luz visible,
la energía captada en el ultravioleta o en otras frecuencias más cortas. Son
altamente energéticas, pues han sido ionizadas por las potentes gigantes
azules, que barren extensas áreas con sus vientos estelares.
Las estrellas de vida más larga como el Sol ya no sirven
como marcadores, ya que tienen tiempo a lo largo de su vida de entrar y salir
repetidas veces en los diferentes brazos espirales de la galaxia. Estas
estrellas pueden encontrarse también fuera de los brazos.
Así como la galaxia se compone de dos partes según su
grosor, halo y disco, el disco también: disco delgado y disco grueso. Se cree
que el disco grueso es el remanente de un segundo proceso de colapso y
aplanamiento de la galaxia. Del mismo modo que el halo es el remanente del
colapso inicial, el disco grueso lo sería de una segunda fase de colapso.
El disco está unido al bulbo galáctico por una barra de
radio 3,9 kiloparsecs,7 en cuyo interior a su vez puede existir una barra
menor (algo que ocurre en bastantes otras galaxias espirales barradas). Hay
además elevada formación estelar en al menos uno de sus extremos.
La barra mayor está ceñida a su vez por un anillo de 5
kiloparsecs de radio, que concentra, además de una gran cantidad del hidrógeno
molecular de la galaxia, una gran actividad de formación estelar. Dicho anillo
es la estructura más notable de nuestra galaxia, y visto desde otras galaxias
exteriores sería su zona más prominente. De este anillo emergen los brazos
espirales.
Recientemente se ha sugerido que la Galaxia Elíptica Enana
de Sagitario puede ser la responsable de la estructura espiral de nuestra
galaxia, ayudando a dar forma a los brazos espirales, modelando la barra
central, y distorsionando sus regiones exteriores.
Se cree que posiblemente nuestra galaxia tiene entre 4000
millones y 8000 millones de masas solares de hidrógeno neutro, además de la
mitad de esa masa en la forma de hidrógeno molecular. Mientras que el primero
llega más allá del espacio ocupado por las estrellas —pero la región central
apenas tiene gas en ésa forma—, gran parte del segundo está concentrado en el
anillo mencionado antes, y —excepto en la región más interna de la Vía Láctea—
la densidad de hidrógeno molecular en la región central de la galaxia también
es baja.
Inicialmente se pensó que la tasa de formación estelar de
nuestra galaxia sería de hasta cinco masas solares por año; sin embargo,
estudios más recientes realizados con ayuda del telescopio de infrarrojos
Spitzer sugieren una mucho menor, de apenas una masa solar por año,13 y otro
también sugiere que nuestra galaxia junto a la de Andrómeda se halla en lo que
en el diagrama de color-magnitud para galaxias se conoce cómo el valle verde:
una zona intermedia entre la secuencia roja (galaxias que no forman estrellas,
muchas de ellas galaxias elípticas) y la nube azul (galaxias que forman
estrellas a gran ritmo, muchas de ellas galaxias espirales), caracterizada por
una progresiva disminución de la formación estelar al irse acabando el gas a
partir del cual nacen las estrellas, calculándose que ésta acabará dentro de
5000 millones de años, incluso contando con el aumento de la formación estelar
que llevará su colisión futura con la Galaxia de Andrómeda. Esto ha sido
reforzado por estudios más recientes que muestran que, sin incluir sus brazos
espirales, la Vía Láctea tiene un color más rojizo que otras galaxias espirales
similares, lo que implica que su actividad de formación de estrellas está
relativamente próxima a acabar;16 de hecho es solo algo más azulada que las
galaxias más azules de la secuencia roja y está entre las más brillantes y
rojas de las galaxias que aún siguen formando estrellas.
Estudios recientes muestran que nuestra galaxia es atípica
por no haber sufrido en los últimos 10 000 millones de años ninguna fusión
importante con otra, sobre la base de sus bajos momento angular, metalicidad,
tamaño, y número de estrellas, habiendo formado estrellas de manera bastante
constante y tenido una evolución relativamente tranquila, a diferencia de lo
que ha sucedido con numerosas otras galaxias espirales cómo Andrómeda, las
cuales han adquirido su tamaño y masa actuales debido a la absorción de
numerosas galaxias menores. Ello también implica que una colisión entre dos
galaxias espirales no tiene porqué crear siempre una galaxia elíptica, sino que
puede dar lugar a una galaxia espiral mayor.
Esta parte de la Vía Láctea tiene una masa de 60 000
millones de masas solares en forma de estrellas y una luminosidad de entre 15
000 y 20 000 millones de veces la del Sol
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